Desgraciado quien no haya amado más que cuerpos, formas y apariencias.
La muerte le arrebatará todo.
Procurad amar las almas y un día las volveréis a encontrar.
Víctor Hugo
La música empieza a sonar, he llegado a tiempo. El aire entra
sin llamar por la ventana y mi bailarina inaugura su danza. Sé que su cabeza
empieza a contarle historias y ella intenta engañarla con una bonita sonrisa. Jugaré
a que baila para mí e imagino con ella.
Desde donde estoy sólo atrapo a contemplar su cuerpo desde
el hueco de su cintura hasta donde el cabello se alza concluyendo cada
movimiento, qué meneos tan exquisitos me
regala. Una mujer de raza salvaje y
exótica sin duda, no hay más que ver como se envuelve en ella misma, se mira el
alma con los ojos cerrados, se abraza. Me inquieta saber qué piensa cuando despliega
las manos por las facciones de su rostro, siempre con las palmas abiertas de
par en par, como si imaginara las caricias que no tiene, las caricias que le
faltan.
No puedo distinguir con exactitud el color de las piezas que la componen. Deben ser
cabellos del color de la arena, piel blanca con destellos y labios con efecto
luciérnaga, porque la bailarina brilla como el sol, solo que un poquito más.
Ahora que se ha desprendido de algo de ropa, en un instante
hipnótico y fugaz, la declaro la mujer
perfecta que hace al hombre más suave… Temblar como la luna en el agua. Porque
así estoy, tambaleándome sobre el trozo de tierra que me sostiene, esperando a
que éste haga el trabajo de mantenerme en pie por mí, porque juro que no puedo.
Un espíritu quieto, brillante, con algo
de luz angelical, sin perfidia, se ha clavado en mi pecho. Tengo que dejar de
mirarla o habré de inventar unas alas enormes que me ayuden a cobijarla.
…
Siéntete, pero sin llanto. Los latidos nacen antes que el
corazón. Debe ser así, no es normal la pugna que se traen en mi pecho. Toca
sentarse. Tengo que contestar el email de Ana, pero ahora no, no alcanzaría a
convencerla de que todo va bien. Ella espera poder, que mis palabras sean un
lecho de consuelo, pero no es el momento más adecuado para seguir hablándole
del amor, del desamor, ¡de todas esas paridas sobre las que nos hemos hecho
grandes expertas! Mi piedra se agrieta y pienso en ese silencio que llega hasta
los relojes cuando las dos personas que se tienen que encontrar, se encuentran,
se juntan y ya pasa todo eso que se mantiene con vida en mis anhelos. Meterse
en una cárcel musical no ayuda a estar despierta, y toca pensar demasiado.
Suena Feist, ventana y a buscar la luna.
…
Se levanta de una silla que no alcanzó a ver y me ofrece su
presencia, ahora sí, más cerca, está junto a la ventana. Soy parte de su
instante, aunque ella no lo sepa, mejor, que no me descubra, que no venga, que esperarla es un precioso placer.
Tengo el pecho inflado de ella, especialmente cuando
abandono la mirada, y dejo que sean las médulas de mi pensamiento las que me muestren
lo que sería tenerla aquí, los dos sobre ese mismo trozo de tierra que me
contiene. Si no le digo algo pronto mis
palabras se perderán en el cielo, como todas las palabras que nadie pronuncia,
son estrellas. Pero que extraño me siento, como si hubiese frecuentado sus besos.
Y
ahora, ¿por qué se ríe?
…
Tiene gracia, aquí ando, con el deseo de salir en esta noche
de lluvia y beber de los versos que necesito para…, para agarrarte la cintura,
como si fuera yo el hombre y tú la mujer, te empuño y te lleno el pecho de
besos, de mis besos. Preñar mis pensamientos de ti me ayuda a mantenerte con
vida. También es real aquello que imaginamos, y es así como quiero que me
respires. En ocasiones siento una leve presión, justo donde nace el cuello,
debe ser que no vienes y las estupideces se me atragantan. Le gritó a Dios cada día, me quejo del eco que
retumba dentro de todas las personas que nos hemos quedado amándote en esta parte
del mundo. Me abrieron en canal, me vaciaron entera el día que alguien decidió que ya no me hacías
falta. Debió ser por eso que inventaron la poesía, para solucionar la fealdad
de la vida, pero qué versos podrían quitar el plomo de la sangre que me riega. Aquí
se quedaron los zapatos de tu fantasma. Te voy a echar de menos toda la vida.
…
Extraño, me siento extraño, como inmóvil y enamorado. Los
oigo, y me duelen, me duelen los lamentos de sus pensamientos. Mi boca miente, y
mi cabeza me revela la soledad en la que habito. Ando en llamas con el corazón
abierto, y a pesar del fuego, no padezco, no sufro, ni palpo mi piel ni mis
entrañas. Hay un silencio infinito en mi cuerpo sombrío. Ella es el espejo de
mi amor, y yo no me opongo, mi ceguera me impide abandonar todo esto. Creo no
entender, pero entiendo. He salido del océano en calma que fue lo nuestro. Una
vida en común efímera, un amor veloz e incompleto de oportunidades, que no pudo
ser vivido, pero con la lozanía suficiente como para haber anidado en la
eternidad, más allá de la muerte. Estas deben ser las delicias de nuestra
injusticia mi amor. Que yo pueda verte sin que me veas.
Cris de la Torre
@CRISDLTC
(Foto de Adam Martinakis)